* * *
El mayor problema del arte del siglo XX es la demanda constante de algo nuevo y original. La consecuencia de esta demanda es que, aunque todo parece cambiar, nada cambia en realidad. Por el contrario, constantemente reaparecen de las mismas ideas recalentadas bajo una sucesión de nombres cada vez más absurdos. Puede llevar miles de años desarrollar una perspectiva, pero hoy la gente pide innovaciones radicales cada semana.
Desde Leautremont en adelante, se ha vuelto cada vez más difícil escribir, porque la sociedad occidental se ha fragmentado en un grado tal que hoy es imposible trenzar una prosa clásica, coherente, dominada por una idea o por un cuerpo de ideas que fluyan con suavidad de un párrafo o capítulo al siguiente. Hoy los pensamientos parecen disolverse antes de estar plenamente formados, y vuelven sobre sí mismos en una mezcla de contradicciones, haciendo imposible escribir de un modo tradicional.
Ideológicamente, el arte se utiliza para promover una ética de la subjetividad individual o separada. Esta práctica se estimula con altas recompensas financieras, que la dotan con la característica secundaria de ser un mercado “no oficial” en el que el capital puede valorizarse e incrementarse en proporción acelerada. El arte debe enfatizar siempre la “individualidad” de la propiedad y de la creación. El plagio, por el contrario, está enraizado en el proceso social, en el sentido de comunidad y en el reconocimiento de que la sociedad es algo más que la suma de individuos (pasados y presentes) que la constituyen.
En la práctica, el desarrollo social se ha basado siempre en el plagio. Sólo hay que mirar a los niños para darse cuenta de que el progreso es en su mayor parte imitación, pero esta realidad es mistificada por la ideología del “arte”. El arte se basa en una tradición pictórica desarrollada a lo largo de miles de años, y aún hoy los historiadores y críticos de arte se centran en las más pequeñas “innovaciones” de cada artista individual.
Aunque el uso de la palabra plagio data del siglo XVII (y novelistas como Fielding discuten el tema en el siglo XVIII), la idea se hizo objeto de debate en la época romántica, que estuvo marcada por el triunfo de la burguesía. Surgió como aspecto concomitante de las formulaciones románticas del genio. Coleridge fue acusado de plagiar a filósofos alemanes (no traducidos) por de Quincey, cuya autobiografía curiosamente incluye dos capítulos enteros sacados de un oscuro trabajo del Reverendo Gordon. De Quincey, por su parte, fue plagiado por Alfred de Mussett y Baudelaire, dos escritores cuyas “originales” efusiones fueron atacadas irónicamente por Leautreamont, cuyo aforismo El plagio es necesario, está implicado en la idea de progreso ha sido citado a menudo: por Alfred Jarry, por los surrealistas y por los situacionistas. Del mismo modo, la máxima de T. S. Eliott Los poetas malos se apropian, los buenos roban ha llegado también a ser un lugar común moderno, considerándose sintomática de la actitud del “creador” hacia los grandes e influyentes trabajos del pasado. (El argumento no está limitado a la literatura: Stravinsky ha sido honrado con comentarios casi idénticos).
El plagiario (paradigmático) es el anverso del genio (paradigmático). Así como el genio lucha contra la caducidad recurriendo a un misterioso y “natural” poder interno, el plagiario lo hace mediante el robo de la propiedad de los demás. Obviamente, el uso de nociones como la de genio o plagiario sólo tiene sentido en tanto que la sociedad define la realidad en términos de cuánto tiempo se puede "gastar”, “derrochar” y “ganar”. El plagiarismo muestra implícitamente que gran parte del tiempo de trabajo es tiempo “perdido”: esto resulta inaceptable en una sociedad productivista, aun cuando (como en Occidente) esta sociedad tolere el derroche institucionalizado. El análisis del plagio descubre muchas contradicciones similares. La práctica del plagio articula los efectos y el alcance de estas contradicciones.
La gran ventaja del plagio como método es que elimina la necesidad de talento, e incluso de demasiada aplicación. Todo lo que necesitas es seleccionar lo que quieras plagiar. Los principiantes entusiastas pueden empezar plagiando este artículo sobre plagio. Un purista preferirá plagiarlo literalmente, pero aquel que sienta la necesidad de expresar el lado creativo de su personalidad escogerá palabras de aquí y de allá o reorganizará el orden de los párrafos. Cualquier elemento puede servir para hacer combinaciones nuevas. Cuando se ponen juntos dos objetos, no importa lo lejanos que puedan estar sus contextos originales, se produce siempre una nueva relación. La interferencia mutua de dos mundos de sentimiento, o la reunión de dos expresiones independientes, sobrepasan los elementos originales y producen una reorganización sintética de mayor eficacia.
El plagio es por ello un proceso altamente creativo, porque con cada plagio se añade un nuevo sentido al trabajo. Por desgracia, las fuerzas del orden han logrado hacer que sea ilegal el plagio de textos recientes. Sin embargo pueden tomarse unas sutiles precauciones para reducir este riesgo. La regla básica es tomar las ideas y el espíritu de un texto sin plagiarlo palabra por palabra. 1984, de Orwell, que es una reescritura exacta de We, de Zamyatin, es un bonito ejemplo. Otra posibilidad de evitar la persecución es trabajar bajo un nombre asumido como Karen Eliot, o utilizar material No Copyright como los textos de la Internacional Situacionista.
Leautreamont, quizá el más conocido exponente del plagiarismo, sigue sin ser entendido por muchos de sus “admiradores”. En sus Poesías usa el plagio (componiendo sobre las máximas éticas de Pascal y Vauvenargues) para reducir argumentos a su mínima expresión mediante concentraciones sucesivas. Sin embargo, Viroux causó todavía un considerable asombro en los años 50 al demostrar que Maldoror es, entre otras cosas, un vasto plagio de Buffon y otros trabajos de Historia Natural. Que Viroux viera en esto una justificación para despreciar a Leautreamont fue menos sorprendente que el hecho de que algunos de sus admiradores creyeran que debían defenderlo elogiando su insolencia. No habrá transformación social hasta que el eslogan El plagio es necesario; el progreso lo implica sea ampliamente reconocido. Una vez que ocurra esto, la industrialización y la tecnología de la información dejarán de verse como residuos de la Edad de Piedra. Recientes tendencias críticas han identificado un deseo de influencia que lleva al creador a trabajar de tal manera que muestra los trabajos del pasado como “plagios anticipatorios” -una idea que ya está prefigurada en la teoría de OuLiPo-.
Para concluir, el plagio ahorra tiempo y esfuerzo, mejora los resultados y muestra una considerable iniciativa por parte del plagiario individual. Es como una herramienta revolucionaria adecuada a las necesidades del siglo XX. Para quienes piensen que la selección de material es un desafío demasiado “creativo”, el remedio es introducir un sistema azaroso de selección. ¡Acabemos de una vez y para siempre con el mito del “genio”!
Desde Leautremont en adelante, se ha vuelto cada vez más difícil escribir, porque la sociedad occidental se ha fragmentado en un grado tal que hoy es imposible trenzar una prosa clásica, coherente, dominada por una idea o por un cuerpo de ideas que fluyan con suavidad de un párrafo o capítulo al siguiente. Hoy los pensamientos parecen disolverse antes de estar plenamente formados, y vuelven sobre sí mismos en una mezcla de contradicciones, haciendo imposible escribir de un modo tradicional.
Ideológicamente, el arte se utiliza para promover una ética de la subjetividad individual o separada. Esta práctica se estimula con altas recompensas financieras, que la dotan con la característica secundaria de ser un mercado “no oficial” en el que el capital puede valorizarse e incrementarse en proporción acelerada. El arte debe enfatizar siempre la “individualidad” de la propiedad y de la creación. El plagio, por el contrario, está enraizado en el proceso social, en el sentido de comunidad y en el reconocimiento de que la sociedad es algo más que la suma de individuos (pasados y presentes) que la constituyen.
En la práctica, el desarrollo social se ha basado siempre en el plagio. Sólo hay que mirar a los niños para darse cuenta de que el progreso es en su mayor parte imitación, pero esta realidad es mistificada por la ideología del “arte”. El arte se basa en una tradición pictórica desarrollada a lo largo de miles de años, y aún hoy los historiadores y críticos de arte se centran en las más pequeñas “innovaciones” de cada artista individual.
Aunque el uso de la palabra plagio data del siglo XVII (y novelistas como Fielding discuten el tema en el siglo XVIII), la idea se hizo objeto de debate en la época romántica, que estuvo marcada por el triunfo de la burguesía. Surgió como aspecto concomitante de las formulaciones románticas del genio. Coleridge fue acusado de plagiar a filósofos alemanes (no traducidos) por de Quincey, cuya autobiografía curiosamente incluye dos capítulos enteros sacados de un oscuro trabajo del Reverendo Gordon. De Quincey, por su parte, fue plagiado por Alfred de Mussett y Baudelaire, dos escritores cuyas “originales” efusiones fueron atacadas irónicamente por Leautreamont, cuyo aforismo El plagio es necesario, está implicado en la idea de progreso ha sido citado a menudo: por Alfred Jarry, por los surrealistas y por los situacionistas. Del mismo modo, la máxima de T. S. Eliott Los poetas malos se apropian, los buenos roban ha llegado también a ser un lugar común moderno, considerándose sintomática de la actitud del “creador” hacia los grandes e influyentes trabajos del pasado. (El argumento no está limitado a la literatura: Stravinsky ha sido honrado con comentarios casi idénticos).
El plagiario (paradigmático) es el anverso del genio (paradigmático). Así como el genio lucha contra la caducidad recurriendo a un misterioso y “natural” poder interno, el plagiario lo hace mediante el robo de la propiedad de los demás. Obviamente, el uso de nociones como la de genio o plagiario sólo tiene sentido en tanto que la sociedad define la realidad en términos de cuánto tiempo se puede "gastar”, “derrochar” y “ganar”. El plagiarismo muestra implícitamente que gran parte del tiempo de trabajo es tiempo “perdido”: esto resulta inaceptable en una sociedad productivista, aun cuando (como en Occidente) esta sociedad tolere el derroche institucionalizado. El análisis del plagio descubre muchas contradicciones similares. La práctica del plagio articula los efectos y el alcance de estas contradicciones.
La gran ventaja del plagio como método es que elimina la necesidad de talento, e incluso de demasiada aplicación. Todo lo que necesitas es seleccionar lo que quieras plagiar. Los principiantes entusiastas pueden empezar plagiando este artículo sobre plagio. Un purista preferirá plagiarlo literalmente, pero aquel que sienta la necesidad de expresar el lado creativo de su personalidad escogerá palabras de aquí y de allá o reorganizará el orden de los párrafos. Cualquier elemento puede servir para hacer combinaciones nuevas. Cuando se ponen juntos dos objetos, no importa lo lejanos que puedan estar sus contextos originales, se produce siempre una nueva relación. La interferencia mutua de dos mundos de sentimiento, o la reunión de dos expresiones independientes, sobrepasan los elementos originales y producen una reorganización sintética de mayor eficacia.
El plagio es por ello un proceso altamente creativo, porque con cada plagio se añade un nuevo sentido al trabajo. Por desgracia, las fuerzas del orden han logrado hacer que sea ilegal el plagio de textos recientes. Sin embargo pueden tomarse unas sutiles precauciones para reducir este riesgo. La regla básica es tomar las ideas y el espíritu de un texto sin plagiarlo palabra por palabra. 1984, de Orwell, que es una reescritura exacta de We, de Zamyatin, es un bonito ejemplo. Otra posibilidad de evitar la persecución es trabajar bajo un nombre asumido como Karen Eliot, o utilizar material No Copyright como los textos de la Internacional Situacionista.
Leautreamont, quizá el más conocido exponente del plagiarismo, sigue sin ser entendido por muchos de sus “admiradores”. En sus Poesías usa el plagio (componiendo sobre las máximas éticas de Pascal y Vauvenargues) para reducir argumentos a su mínima expresión mediante concentraciones sucesivas. Sin embargo, Viroux causó todavía un considerable asombro en los años 50 al demostrar que Maldoror es, entre otras cosas, un vasto plagio de Buffon y otros trabajos de Historia Natural. Que Viroux viera en esto una justificación para despreciar a Leautreamont fue menos sorprendente que el hecho de que algunos de sus admiradores creyeran que debían defenderlo elogiando su insolencia. No habrá transformación social hasta que el eslogan El plagio es necesario; el progreso lo implica sea ampliamente reconocido. Una vez que ocurra esto, la industrialización y la tecnología de la información dejarán de verse como residuos de la Edad de Piedra. Recientes tendencias críticas han identificado un deseo de influencia que lleva al creador a trabajar de tal manera que muestra los trabajos del pasado como “plagios anticipatorios” -una idea que ya está prefigurada en la teoría de OuLiPo-.
Para concluir, el plagio ahorra tiempo y esfuerzo, mejora los resultados y muestra una considerable iniciativa por parte del plagiario individual. Es como una herramienta revolucionaria adecuada a las necesidades del siglo XX. Para quienes piensen que la selección de material es un desafío demasiado “creativo”, el remedio es introducir un sistema azaroso de selección. ¡Acabemos de una vez y para siempre con el mito del “genio”!
No hay comentarios:
Publicar un comentario