En una ocasión un productor de cine propuso a sus guionistas que le resumieran los guiones en una frase. El primero de ellos escribió esto: "Una mujer joven de provincias se casa y se aburre, se enamora de un hombre apuesto y guapo y termina suicidándose." Cuando terminó de leer la frase el director le dijo al guionista: "Amigo mío, no quiero hacer una película sobre Madame Bovary".
Éste quizá sea un ejemplo inocuo de sugestión. Nosotros somos productores y directores de nuestra vida y no tenemos grandes proyectos. Sin embargo, estamos sometidos a todo tipo de sugestiones. Desde el bochorno de la publicidad cotidiana hasta el esnobismo patético de la última teoría filosófica o estética.
Con estas últimas pasa lo mismo que con las teorías científicas. Una vez que han sido aceptadas por unos cuantos, un número indeterminado de prosélitos se encargan de que lleguen hasta los rircones más insospechados. Ya sea para explicar una obra nueva o un texto que acaba de salir como para lanzar las propuestas más peregrinas. Es decir, todo está peestablecido en la famosa teoría y algunos defensores son tan grotescos que llegan a parecerse a predicadores americanos. Pero ¿cuánto suele durar esto? El tiempo acaba haciendo el hueco necesario para que la sugestión del principio sea menos apasionada y la teoría se derrumba poco a poco hasta que cae en el olvido. Me gustaría saber si el lector, puesto que ya debe saber que puede mandar su opinión cuando quiera, ha sido víctima alguna vez de este fenómeno. Si ha seguido alguna teoría durante algún tiempo y luego se ha desengañado. Yo mismo he sido víctima en numerosas ocasiones pero llegó un momento en que ya no me divertían.
Fernando Martínez, Amano 2 (1996)
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