por Giordano Genghini
El arte por fotocopia está destinado a un gran futuro.
En primer lugar, la fotocopiadora es un medio absolutamente original para producir obras de arte: sólo con ella es posible obtener, con efectos mucho más sugestivos que los que permiten la cámara fotográfica y la cámara oscura, reproducciones de imágenes y objetos estáticos y en movimiento, sobreposiciones, ampliaciones, reducciones, collages fotográficos... La fotocopiadora permite trabajar con la precisión computerizada de nuestro hemisferio cerebral izquierdo y con la impredecible creatividad del hemisferio derecho. Esto la convierte en un instrumento original para obtener efectos visivos y en una manera de unir armoniosamente en el proceso creativo palabras e imágenes.
Pero no se trata sólo de esto. La fotocopiadora permite reproducir, ampliar y disminuir un número de copias prácticamente ilimitado (por ahora principalmente en B/N, pero en un futuro también en color a pequeños costos) de cualquier tipo de obra de arte constituida por una imagen fija bidimensional dentro de un patrón establecido de medida.
Algunos artistas vieron en esto un ataque a la originalidad y unicidad de la obra de arte y por ello despreciaron, por ejemplo, la difusión en el circuito de Mail-Art de reproducciones electrográficas de obras de arte. La reproducción de la obras a través de la fotocopiadora no es sin embargo una amenaza al arte, sino únicamente al mercado del arte (así como la fotocopia de un libro comporta una amenaza a los derechos de autor): cuantos menos sean los autores y las obras, por una conocida ley económica, más tenderá a subir el precio de la mercancía. No se puede negar que, al margen de este aspecto, la fotocopia de una obra de arte, si responde a determinados requisitos de calidad, puede alcanzar una belleza poco inferior o igual a la del original: la eventual pérdida resulta ampliamente compensada por la posibilidad de ser degustada por un número de personas incomparablemente más amplio.
Cuando además la reproducción misma a través de la fotocopiadora es concebida como operación creativa, la obra de arte derivada, que llamaremos xeropoesia, puede tener una belleza que cualquiera puede percibir, adherida en cualquier caso a la del original, particularmente cuando quien usa la fotocopiadora para reproducir una obra de arte la manipula ensamblándola con otra, aumentando un detalle particular, colocando el folio con una anguladón diferente, creando una nueva obra a partir de la original, en suma (realizando así una operación similar a la del traductor creativo de textos poéticos). En este caso es el poeta el que recrea con el medio usado (la fotocopiadora) una obra, en un acto parangonable por tanto a la del guionista que adapta al cine una novela, o al músico que transforma un drama teatral en una ópera lírica. El juicio sobre la belleza y el valor estético de esto que la acción creativa del xeropoeta ha producido es, naturalmente, opinable, pero esta consideración atañe a cualquier género de arte y a cualquier realización humana.
Es evidente que podría existir una práctica copiartística de autor con un mercado propio, pero por su propia naturaleza democrática esta forma de arte se presta más a la difusión a través del circuito de Mail-Art (uno de cuyos presupuestos, como he anotado, es la gratuidad del intercambio, aunque la actitud de algunos mailartistas parece desmentir esta característica). No habiendo nada que objetar a quien vende la propia obra (crear obras de arte es también un trabajo y como tal debe ser remunerado) creo que no se debería confundir tal circuito con la red de Mail-Art, cuya dinámica está más de acuerdo con el intercambio amistoso de obras y mensajes creativos a escala mundial que con una profesión, y por tanto no puede dejar de ser gratuita.
La función del maitartista, y del xeropoeta que forma parte de tal circuito, es multiplicar esta red sin intermediarios a escala planetaria y establecer contactos entre todos los que la integran, contribuyendo a su sostenimiento con obras creativas en un espíritu de amistad sin fronteras. Por eso, cualquiera que sea el valor estético que cada uno pueda atribuir subjetivamente a tales obras, hay una buena razón para llamarlas artísticas.
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Este texto apoyaba la contribución de Giordano Genghini (Xeropoesía) a la Muestra Internacional de Arte por Fotocopia. Con su traducción y publicación en el # 5 de Amano saludábamos la apertura de la Muestra en Mallorca en 1997 a través del Col.lectiu Reçerca, que editaron un catálogo electrónico de la misma.
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