por J. Seafree
"...la producción capitalista es enemiga de ciertas ramas de la producción intelectual, por ejemplo, del arte y la poesía." [Cuestiones de arte y literatura, Marx y Engels]
Cuando cada día convierto la necesaria pero no agradable cotidianidad que me permite la supervivencia en esa otra realidad deseada, apasionante y también necesaria, al lado de los libros, las creaciones, el correo, el ordenador, las publicaciones.... surgen la duda y en ocasiones el desencanto sobre qué sentido y qué alcance tiene todo aquello en que me ocupo y me ubico en el ámbito artístico o poético. Si aquella cotidianidad desconcertante e insatisfactoria se parece tanto a la circunstancia global de caos ético, exagerada desigualdad social y económica y determinismo capitalista sin salida, admito que el principal y primer intento, la justificación, si se quiere, para el quehacer creativo, de manera individual o en grupo, deviene en una doble premisa; por una parte, la actividad que equilibre ese aspecto insano pero imprescindible gracias al cual vivo, me alimento, consumo, continúo...; por otra, el carácter crítico, de protesta y de lucha a partir de la propia actitud artística, hacia la citada circunstancia social. ¿Quién me escucha? ¿Quién me lee? ¿Quién ve lo que hago? Mayoritariamente mis semejantes, eso es, mis colegas: otros individuos, creadores, escritores, artistas cuya condición y contexto supongo muy cercano al mío, en cuanto a satisfacción, voluntad de trabajo, pasión por el arte y la poesía, medios limitados, etc. No sé si esto es suficiente, si esto, todo nuestro quehacer entusiasmado y no remunerado, puede quedar más allá de una hipotética papelera cuyas lindes sean las de un tiempo más o menos inmediato y un espacio singularmente biunívoco. ¿Queremos cambiar algo de nuestro entomo y de la gran circunstancia social o global? ¿Conseguimos objetivos ciertos en dicho empeño si es que realmente nos lo estamos proponiendo a conciencia? ¿O simplemente somos hacedores gratuitos y burgueses de obras de arte, ediciones varias en la escritura y en la plástica, contertulios de domingo, inequívocos mediocres?
El arte y la poesía son antagónicos a la sociedad capitalista, desde sus raíces, desde sus medios y desde sus fines, puesto que nacen en la capacidad de la imaginación y en la actitud comunicadora, innatas al ser humano. Ambas, comunicación e imaginación construyen elementos presentes en el capitalismo, pero desde una perspectiva no liberadora, sino como trampas y coartadas al servicio de una supuesta libertad enfrentada a la justicia y a la igualdad, y cuyas consecuencias configuran las actuales circunstancias desalentadoras. El arte y la poesía deben ocupar el lugar de la religión para los ateos y los luchadores, pero sin sentimientos o análisis del más allá, sino con las búsqueda de huellas y señales inmanentes, es decir, la acción contra lo establecido, contra la ortodoxia y las instituciones, contra lo inmutable. Al sentarme delante de la mesa para escribir, para enviar ésta o aquélla colaboración, para compartir una idea o un proyecto escasamente ambiciosos, para elaborar una pequeña imagen visual o pictórica..., en cada una de estas posibilidades estoy comenzando la revolución, así de sencillo: desconozco hasta dónde llegarán mis palabras pero sé qué deseos, esperanzas, hechos y vicisitudes influyen en esta política en zapatillas, a saber, el clima, el despertar diario, la memoria, la calle, el espejo, el horizonte crepuscular y un largo etcétera incompatible con esa exageración, con esa prolongación abstracta que es el "Estado", dicho de otro modo, el sistema.
La capacidad de persuasión se convierte, pues, en criterio primordial para reconocernos desamparados ante enemigo tan caótico y tan cruel. Se trata de la misma baza que juega históricamente el mercado capitalista a través de la publicidad, la sociedad de consumo, las necesidades ficticias, el progreso tecnológico y, por qué no, el llamado estado del bienestar. Pero en nuestras manos persuadir implica tomar conciencia de los rígidos límites de nuestro esfuerzo, de que la satisfacción en la labor creativa late muchas veces de manera personal y en soledad, como pequeños retos privados, de que hagamos lo que hagamos nuestra voz no tiene sitio en el díal. En fin, la apuesta por soluciones alternativas depende de ti -que me estás leyendo ahora mismo-, de actuar fuera de la normalidad, la mesura y el sentido común, depende de mí -para no caer en la retórica y el bla-bla-bla-, de pensar todos si hacemos lo que nos gusta para salvarnos a nosotros mismos, para ayudarnos o, además, para cambiar tantas cosas. ¿Qué es más importante: ser escritor o pintor, o ser un hombre que escribe y pinta?
El arte y la poesía son antagónicos a la sociedad capitalista, desde sus raíces, desde sus medios y desde sus fines, puesto que nacen en la capacidad de la imaginación y en la actitud comunicadora, innatas al ser humano. Ambas, comunicación e imaginación construyen elementos presentes en el capitalismo, pero desde una perspectiva no liberadora, sino como trampas y coartadas al servicio de una supuesta libertad enfrentada a la justicia y a la igualdad, y cuyas consecuencias configuran las actuales circunstancias desalentadoras. El arte y la poesía deben ocupar el lugar de la religión para los ateos y los luchadores, pero sin sentimientos o análisis del más allá, sino con las búsqueda de huellas y señales inmanentes, es decir, la acción contra lo establecido, contra la ortodoxia y las instituciones, contra lo inmutable. Al sentarme delante de la mesa para escribir, para enviar ésta o aquélla colaboración, para compartir una idea o un proyecto escasamente ambiciosos, para elaborar una pequeña imagen visual o pictórica..., en cada una de estas posibilidades estoy comenzando la revolución, así de sencillo: desconozco hasta dónde llegarán mis palabras pero sé qué deseos, esperanzas, hechos y vicisitudes influyen en esta política en zapatillas, a saber, el clima, el despertar diario, la memoria, la calle, el espejo, el horizonte crepuscular y un largo etcétera incompatible con esa exageración, con esa prolongación abstracta que es el "Estado", dicho de otro modo, el sistema.
La capacidad de persuasión se convierte, pues, en criterio primordial para reconocernos desamparados ante enemigo tan caótico y tan cruel. Se trata de la misma baza que juega históricamente el mercado capitalista a través de la publicidad, la sociedad de consumo, las necesidades ficticias, el progreso tecnológico y, por qué no, el llamado estado del bienestar. Pero en nuestras manos persuadir implica tomar conciencia de los rígidos límites de nuestro esfuerzo, de que la satisfacción en la labor creativa late muchas veces de manera personal y en soledad, como pequeños retos privados, de que hagamos lo que hagamos nuestra voz no tiene sitio en el díal. En fin, la apuesta por soluciones alternativas depende de ti -que me estás leyendo ahora mismo-, de actuar fuera de la normalidad, la mesura y el sentido común, depende de mí -para no caer en la retórica y el bla-bla-bla-, de pensar todos si hacemos lo que nos gusta para salvarnos a nosotros mismos, para ayudarnos o, además, para cambiar tantas cosas. ¿Qué es más importante: ser escritor o pintor, o ser un hombre que escribe y pinta?
Publicado en Amano 6 (abril 1997)
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