En los años 90 eran numerosos los músicos que se "desenchufaban", es decir, que hacían un paréntesis en su carrera de músicos eléctricos para grabar un disco de viejos temas en acústico, o que grababan simultáneamente los temas en acústico en sus discos dobles, o que directamente enfocaban sus carreras a partir de criterios minimalistas en cuanto a producción. También estaban muy de moda los festivales y encuentros en directo de música acústica con artistas modernos. Parecía algo sorprendente, en plena explosión de las tecnologías de la comunicación y bajo el imperio de la sociedad espectacular, que nuestra sensibilidad se desviase de este camino en busca de experiencias primitivas, intimistas, que volvían a hablarnos de tú a tú. Pero no era un simple momento en la deriva de las modas, sino que de hecho abrió una tendencia legítima en las formas actuales, basada en el "háztelo tu mismo", que se etiquetó como "low-fi". Esta etiqueta no se refería a un determinado estilo o a un nuevo paradigma de reconocimiento dentro de la cultura de consumo de masas, sino a una forma de trabajar y de hacer las cosas sin las presiones y servidumbres del mercado. Suponía la aceptación de que, en medio de la urgencia por procesar estéticamente los nuevos avances, en las puertas de la gran transición tecnológica, algo se estaba perdiendo en el camino, algo quería retornar, y tenía a su disposición para hacerlo un nuevo arsenal de tecnologías domésticas de fácil acceso que podían ser tratadas con criterios personales.
Una de las formas de acción que se planteó Amano fue, pues, llevar a cabo un movimiento similar en el campo de la poesía. Ninguna colección de tipos de letra disponible en el mercado, por extensa que fuera, podía competir con el gesto único que supone cada trazo al componer un poema. Gracias a la sencillez de uso y el relativo bajo coste de la fotocopiadora, podíamos hacer en nuestro fanzine aquello por lo que ninguna editorial había apostado: reproducir el aura, desnudar los poemas, poner en juego sus momentos de indecisión y capturar sus inflexiones emotivas.
Una de las formas de acción que se planteó Amano fue, pues, llevar a cabo un movimiento similar en el campo de la poesía. Ninguna colección de tipos de letra disponible en el mercado, por extensa que fuera, podía competir con el gesto único que supone cada trazo al componer un poema. Gracias a la sencillez de uso y el relativo bajo coste de la fotocopiadora, podíamos hacer en nuestro fanzine aquello por lo que ninguna editorial había apostado: reproducir el aura, desnudar los poemas, poner en juego sus momentos de indecisión y capturar sus inflexiones emotivas.
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