por Fernando Martínez (Amano 1, 1995)
No hace falta ser analista, sociólogo o pensador concienzudo para darse cuenta de que tanto el individuo como el grupo están inmersos en el caos. Se ha convertido en algo trasnochado, aunque desgraciadamente urgente, el que los valores del sistema respondan cada vez más a un creciente control del poder, dirigido tanto por los famosos estados como por los dirigentes de las macroestructuras económicas. Tanto es así que a veces hasta se enfrentan.
Unos cuantos ingenuos que se encuentran en el marco de la especulación intelectiva, con cierto eco y renombre, abogan por un cambio sin eludir el inevitable caos. Un caos de consenso donde se fomente la singularidad, la marginalidad, incluso la locura. Un caos de consenso que no obedezca solamente a la fraternal tolerancia, sino como alternativa y posibilidad ante las estructuras dominantes, imbuidas siempre de su importancia y autosuficiencia.
¿Es posible un acuerdo así a niveles de macroestructuras? Los únicos cambios que yo he conseguido se encuentran en mi entorno más inmediato, y confieso que son muy pocos. Sobre todo me interesa la expresión y la comunicación en el sentido más amplio. Trato de entender y de ser entendido. Me gustaría preguntar al lector, a los posibles lectores, ante el creciente carácter pluralista y heterogéneo de la subjetividad contemporánea, si los cambios hay que empezarlos en el entorno más inmediato o hay que atacar de frente a las estrategias del sistema. ¿Crees que los cambios sociales se producen por grandes acontecimientos o por individuos decisivos? ¿O por el contrario piensas que hay que seguir el curso de la historia sin posibilidad de cambio, porque toda especulación o intervención cae en el vacío o en el olvido? ¿O tal vez eres de los que actúan y dejan actuar y lo único que tienes en cuenta es que no te manchen demasiado?
Unos cuantos ingenuos que se encuentran en el marco de la especulación intelectiva, con cierto eco y renombre, abogan por un cambio sin eludir el inevitable caos. Un caos de consenso donde se fomente la singularidad, la marginalidad, incluso la locura. Un caos de consenso que no obedezca solamente a la fraternal tolerancia, sino como alternativa y posibilidad ante las estructuras dominantes, imbuidas siempre de su importancia y autosuficiencia.
¿Es posible un acuerdo así a niveles de macroestructuras? Los únicos cambios que yo he conseguido se encuentran en mi entorno más inmediato, y confieso que son muy pocos. Sobre todo me interesa la expresión y la comunicación en el sentido más amplio. Trato de entender y de ser entendido. Me gustaría preguntar al lector, a los posibles lectores, ante el creciente carácter pluralista y heterogéneo de la subjetividad contemporánea, si los cambios hay que empezarlos en el entorno más inmediato o hay que atacar de frente a las estrategias del sistema. ¿Crees que los cambios sociales se producen por grandes acontecimientos o por individuos decisivos? ¿O por el contrario piensas que hay que seguir el curso de la historia sin posibilidad de cambio, porque toda especulación o intervención cae en el vacío o en el olvido? ¿O tal vez eres de los que actúan y dejan actuar y lo único que tienes en cuenta es que no te manchen demasiado?
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