La serie Gore firmada por Ninguno, compuesta por diez planchas de cartulina blanca sobre las que se ha ritualizado una masacre de bolígrafos bic, pone de manifiesto que la diferencia entre disponer los materiales de una forma premeditada y ajustada a unas cifras de sentido y extenderlos sobre el soporte siguiendo las leyes del azar o del instinto no estriba en el resultado, sino en el procedimiento. El líquido pregnante y los mecanismos por los que dimana estaban construídos para ser utilizados como instrumentos para trazar signos con significado. Al ser manipulados exteriormente y tratados como materiales sobre los que reproducir la forma los encontramos hoy igualmente significativos, pues no otra cosa proclaman ya las palabras que su propia letanía y su vacío. Que éste se haya expresado así, y no bajo la forma de un discurso hueco como el tiempo que llevó componerlo, habla sobre todo de una concepción diversa de lo económico.
Del mismo modo, cuando se nos descargó el cartucho de la impresora y vimos quince revistas mezcladas dionisíacamente en un charco de tinta, descubrimos que no se diferenciaban tanto de las formas con que la fotocopiadora interpretaba las refinadas texturas de Artesaldo. Era igual, exactamente lo mismo, salvo en un aspecto: aquello no se podía vender. Ni con la legitimación del esfuerzo ni con la desesperación del que despierta en lo mejor del sueño.
Amano # 2, 1995
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