La clave del fotógrafo está en la mirada. La de Cantarero se divide entre los dos ojos: con uno enfoca el paisaje de La Mancha arrancando de sus gentes la expresión de un saber ingenuo y radical a punto de extinción; con el otro amarra la veloz corriente de la modernidad estética y tecnológica integrando sus desarrollos. La tension entre estos polos tan alejados se resuelve en la catastrófica lucidez de que, con este coche, nunca llegaremos a Seattle.
[Fotografías incluídas en los catálogos de Artesaldo y expuestas en las intervenciones de industrias mikuerpo en Cuenca (La Nave) y Madrid (La Asociación) en 1995].
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