Tenemos que plantear interrogantes y escuchar lo que los mitos tienen que decirnos, tenemos que estudiarlos, buscarlos en su terreno, con humildad y respeto, sin tratar de capturarlos y llevarlos por la fuerza a nuestro mundo y a nuestro presente. Se trata de una peregrinación, no de un safari. (Wu Ming)
Sabíamos que no íbamos a proseguir más tiempo nuestra actividad bajo el sello “industrias mikuerpo”. Existían razones objetivas que así lo requerían, y otras de orden digamos interno. Un lustro es una duración adecuada para este tipo de iniciativas. Sin ir deprisa ni despacio (no fuimos despacio), da tiempo a recorrer el arco que va de la expectativa a la decadencia, de experimentar la euforia y la frustración, de establecer afectos poderosos y rencores impotentes. En un lustro cambia el mundo, y tu también cambias sensiblemente. Las trincheras se vuelven explosivas y dejas de querer morir. Aprovecha ese lustro.
La red utópica que habíamos querido ayudar a soñar existía ya bajo la determinación siempre insatisfactoria de lo real, y mikuerpo no había tenido otro sentido que soñarla. Era algo perfectamente consciente que asumíamos sin melancolía: ahora se trataba de habitarla en nuevos términos, contribuyendo a darle sentido. Lo que aún no nos habíamos planteado, por no considerarlo relevante, era la forma de efectuar esta transición. La palabra “disolución” evocaba para nosotros la imagen de un compuesto cristalino desprendiendo moléculas en un elemento líquido, sin rupturas, sin líneas de demarcación, sin despedidas. No habíamos pensado por ejemplo en un suicidio ritual al estilo del seppuku blissettiano, ni en un comunicado, ni en hacer “oficial” de ningún modo la desaparición de algo que ni había sido oficialmente ni iba a dejar de estar.
Y es que tampoco habíamos valorado la posibilidad de ser enredados, de caer en las redes que nosotros mismos habíamos tejido. El “salto a la red” se reveló como una metáfora inadecuada, en la medida en que, en el nuevo “ecosistema cultural”, las redes caían sobre nosotros, expuestos a su fascinación, y no amortiguaban nuestra caída. Era un salto al vacío, es decir sin precedentes, sin referentes, sin experiencia. Hoy sabemos que el solícito requerimiento para formar parte de la Red de Arte Independiente (AIR), compuesta por una serie de colectivos de todo el estado relacionados con la búsqueda de un nuevo concepto de práctica artística desde la “independencia”, no había entendido nuestra propuesta o no la había tomado en serio. En la medida en que la mayoría de estos colectivos lo que pretendían era seguir ocupando los espacios de la antigua práctica autónoma y poder, así, reclamar subvenciones y recursos públicos para solventar su independencia. En que no habían captado la fuerte resonancia que ciertas ideas estaban alcanzando en algunos movimientos sociales de base, y por ello seguían discutiendo sobre formas de gestión de su ámbito separado. En que, si eran conscientes de su dimensión política, la utilizaban para “hacer oposición” al servicio del progresismo estiloso y elitista, para lo cual se había abierto la veda y, según confesión privada de uno de ellos, “teníamos que darnos cuenta de que contra el actual gobierno todo vale”. Incluso nosotros, se sobreentendía.
Arte Independiente en Red era una comunidad cibernética desarrollada a partir de los encuentros de RedArte, lanzados a su vez en los Encuentros de Editores Independientes y Ediciones Alternativas que cada año se organizaban en Huelva, donde algún tiempo atrás prendieron estos debates y tuvieron un desarrollo muy similar, es decir, pusieron de manifiesto la heterogeneidad de los proyectos antes que la búsqueda de un espacio de acción común. En realidad esta red había sido lanzada, bajo una estructura más reticular que fractal, a partir del nodo central de Aleph, un proyecto privado “concertado” con apoyo institucional y aspiraciones de urbanizar el monte. Muchos de quienes declaraban combatir estas formas de gestión no pretendían sino a subirse al carro del “contratipo” de red y situarse en primera línea frente a la inminente reconfiguración del equilibrio político de fuerzas.
La primera conclusión que se saca del debate AIR es el desequilibrio que existe entre “los dos mundos” a favor del mundo de “fuera”. El debate on line iba a concentrarse en la denuncia del cese de Gloria Moure como directora del Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC), y de la “carga policial” contra los artistas que se manifestaron en protesta. De hecho pareciera que Brea intentaba utilizar este foro on line como instrumento en una lucha de fuerzas dentro del sistema de las artes en España en la que él estaba particularmente involucrado. Poco a poco fueron sofocadas las protestas de algunos de los miembros de la red AIR, a los que se unía Marcelo Expósito, ante la capitalización respecto al caso Moure de un debate que podía haber sido utilizado para denunciar los problemas genéricos del sistema de la cultura en España y del papel de las redes informacionales en la producción de alternativas. Industrias Mikuerpo, un grupo editor de fanzines de escasa ambición mediática, expresaba su desacuerdo radical ante la propuesta de movilización de AIR respecto al problema del CGAC […]. [Ello] junto con el acta de autodisolución del grupo, que se hacía coincidir con la manifiesta incompatibilidad de sus fines con los que Brea pretendía, pone en evidencia la distancia entre la red horizontal de pequeños grupos que empezaba a articularse en Internet, de vocación realmente alternativa, y las ambiciones y presencia en el mundo del arte intitucionalizado que buscaba Aleph. [Jesús Carrillo: “Aleph, la web como espacio de acción paralela”, caso de estudio para la exposición Desacuerdos. Sobre arte, políticas y esfera pública en el estado español, 2004].
Es cierto que nosotros mismos calificamos nuestra presencia en AIR como un “error de tod*s” antes de hacer mutis, en vano intento de disolver nuestros propios errores. Traspasada cierta línea no se es ya inocente, sino “culpable de inocencia”. Aceptamos incorporarnos en AIR a pesar de hallarnos en plena reconversión. Quisimos vivir desde dentro aquella experiencia, aunque estábamos convencidos de que un colectivo abierto y difuso como el que pretendíamos representar no tenía nada que hacer con los modos de gestionar el arte que allí se debatían. Nos apuntamos al contratipo a pesar de saber que lo era, por la pura fascinación de exponernos a él y aislar sus dinámicas en un campo concreto. Suponíamos que, en última instancia, no dejaba de ser un modo de infiltración, y cabía la posibilidad de generar alguna situación desde esa plataforma: proyectar la huelga de arte sobre el mundo profesional e institucional, por ejemplo, o simplemente aplicarse al ejercicio de desenmascarar sobre el terreno sus dinámicas. En el horizonte alumbraba incluso la posibilidad de obturar aquella red con pequeños colectivos como el nuestro reclamando espacio, voz y voto y exponiendo criterios insólitos, ya que si nos habían aceptado a nosotros tendrían que aceptar a muchos otros. No había ninguna pretensión de constituirse en punta de iceberg de un movimiento. No queríamos acabar como ejemplar representativo exhibido en una jaula, cuyas reacciones y opiniones pudieran extrapolarse a la del medio del que procedíamos y utilizarse así como comodín en las argumentaciones de unos u otros.
Sin la menor pena os comunicamos la disolución de las estructuras de intervención de industrias mikuerpo. [...] Este debate nos ha dado buenos motivos y un contexto inmejorable para precipitar esta disolución. Hemos alcanzado el punto máximo de tensión que un proyecto como éste podría generar sin romperse: no podíamos callarnos, ni podíamos hablar, ni podíamos ser más nosotr*s una vez "descubiertos". [...] Es por esta razón que planteamos como enunciado retórico en este debate nuestra propia disolución, a riesgo de tener que encajar algunas maldiciones que no podrían alcanzar ya su objetivo. […] El asunto ese del que habláis tiene, lo habéis puesto de manifiesto, un soporte mediático notable y no creo que necesite el apoyo de nuestros doscientos fanzines. Expusimos muy claramente nuestro concepto de red difusa de afinidades, recordadlo, y planteamos bastantes reservas respecto a la posibilidad de acciones comunes entre proyectos tan diferentes (nuestra carencia de infraestructura, nuestra falta de interés por ingresar en el circuito artístico, nuestro concepto de red...). Que ahora estemos aquí es un error de tod*s. [“Se acabó la función”, comunicado de disolución de industrias mikuerpo en el foro de debate sobre políticas artísticas de Aleph (www.aleph-arts.org), 15-II-1998].
El virus no se arrepiente de sus errores (no se adapta, no emigra), sino que muta o se pierde “como una lágrima en la lluvia”. Los recursos de mikuerpo fueron traspasados al Archivo Situacionista Hispano, que amplió sus contenidos hasta convertirse en un nodo de pensamiento antagonista en el que confluían todas las tendencias del movimiento antiglobalización, con una gestión distanciada y sin ánimo de arbitraje entre ellas. Se reforzó la línea iconoclasta y el pensamiento crítico. En torno al archivo se formó un equipo de colaboradores que dieron pie a numerosas iniciativas, como el Taller de lectura y debate sobre La sociedad del espectáculo llevado a cabo en la antigua sede de Traficantes de Sueños (Fundación Aurora Intermitente), verdadero momento de eclosión de esta “moda” que reunía semanalmente a un numeroso grupo de seguidores y activistas, y donde brillaba con sus animadas intervenciones el compañero Gero, que luego “nos dejaría” su afectivo recuerdo y su ejemplo; o como el efímero intento de actualización de la teoría crítica en clave “situ” llevado a cabo por la revista Maldeojo, más un círculo de debate que un colectivo con voz homogénea, compuesto en un primer momento por Jose Manuel Rojo (Grupo Surrealista), Amador Fernández (Apuntes del Subsuelo) y Luis Navarro (ASH), pero al que pronto se incorporaron Renaud Milhaud, que lanzó a través de ella la crítica antiindustrial luego retomada en Los Amigos de Ludd, Emanuel Rodríguez y Pablo Carmona, entre otros colaboradores. Nuestra proyección en Maldeojo conservaba poco del entusiasmo y el ingenuo encanto de Mikuerpo, lo que se pone de manifiesto por ejemplo en esta relectura del activismo estético escrita a la luz de su reapropiación espectacular, y muy lejos de las sombras cómplices de la acción anónima y clandestina.