Era necesario liberar las cosas y dejarlas que se encadenasen de nuevo naturalmente, a pesar de la divergencia que pudieran presentar ante las conexiones establecidas por la tradición y la costumbre. Era necesario posibilitar que las cosas ensayasen contactos mutuos con todas sus particularidades y variedad, con el objetivo de reaproximar lo que ha sido falazmente dividido y dividir lo que ha sido falazmente unido. (Luther Blissett)
La convocatoria había servido también para dar a conocer mundialmente la iniciativa y para ponerla en contacto con otros grupos de gestión cultural independiente. También había hecho que muchos otros se distanciasen de ella, no siempre por razones personales o ideológicas, sino fundamentalmente por una cuestión de “estilo”. Los que buscaban un espacio de promoción personal, sin entender el fondo de la cuestión, no debieron ver ninguna salida por ese camino. Los que permanecían apegados a una práctica artística desligada de otro tipo de cuestiones entendieron que no había allí ningún problema “artístico”. Los que creían que la política lo mancha todo desconfiaban. No había malos rollos: la gente desaparecía, en ocasiones de forma fulminante, pero no había nada que discutir. No era una organización.
No existía un programa que lo hubiese establecido así de antemano, ni se había hecho ningún esfuerzo consciente en este sentido, pero estábamos entrando en una nueva fase. El proyecto había crecido lo suficiente para forjarse una trayectoria y elegir a sus afines. Había encontrado su marca y su contexto dentro de la red. En su esfuerzo por movilizar una conciencia alternativa construida desde la base en el contexto de un movimiento anticapitalista en reformulación, habían entrado en contacto con multitud de sensibilidades y proyectos convergentes en cuanto a sus fines y a sus métodos que estaban surgiendo al mismo tiempo: la plataforma para la difusión del mail-art inaugurada por la factoría Merz Mail a través del fanzine P.O.Box, una interesante vía de penetración para las ideas circulantes en el underground europeo, el plagiarismo incontinente del Laboratorio Excéntrico, los juegos postales anónimos de Stidna!!, el activismo callejero de La Fiambrera Obrera, etc.; o fuera de España, el “terrorismo poético” de Hakim Bey, las campañas neoístas de identidades múltiples o el Luther Blissett Project. Comprobamos que ya existía una corriente de producción simbólica activa de la que formábamos parte, con dos expresiones muy distintas entre las que intentábamos actuar como puente: una red de producción e intercambio simbólico que utiliza el correo como medio de comunicación personal, que arranca de las vanguardias y se transmite a través de Fluxus y los movimientos post-dadaístas, que se dinamiza a partir de unos determinados principios compartidos por todos sus practicantes y que utiliza multitud de soportes (videos, música, objetos): se trata de la red de arte postal, convertida en género por sus especiales características (autoría colectiva, obra procesual, diversidad de soportes, eclecticismo por tanto), que ha incorporado nuevos géneros al arte, pero que ante todo ha desarrollado el sentido de la vanguardia hacia derivas pragmáticas; y una escena juvenil underground que ha desarrollado su propia literatura, sus comics, su música, a través de pequeñas productoras y distribuidoras que utilizan circuitos específicos. Aquí arraiga el movimiento de fanzines de los noventa, con una tecnología que apunta ya a las redes y una conciencia muy politizada, aunque en general bastante nihilista.
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