Si hay algo que hace reír cuando se habla de revolución, es evidentemente porque el movimiento revolucionario organizado desapareció hace tiempo en los países modernos, donde se concentran precisamente las posibilidades de una transformación decisiva de la sociedad. Pero el resto es mucho más irrisorio todavía, puesto que se trata de lo existente y de las diversas formas de su aceptación. El término "revolucionario" está desprestigiado hasta el punto de designar en la publicidad los cambios mínimos en los detalles de la producción incesantamente modificada de mercancías, porque expresan todavía en ninguna parte las posibilidades de un cambio central deseable. El proyecto revolucionario de nuestros días comparece como acusado ante la historia: se le acusa de haber fracasado, de haber producido una nueva alienación. Esto vuelve a constatarnos que la sociedad dominante ha sabido defenderse, en todos los planos de la realidad, mucho mejor de lo que preveían los revolucionarios. No es que se haya vuelto más aceptable. Lo que pasa es que hay que reinventar la revolución. [Internationale Situationniste # 1, extracto publicado en Maldeojo # 1]

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