miércoles, 20 de octubre de 2010

Presentación de un legado táctico

Prólogo a la primera edición de los textos íntegros de la revista Internationale Situationniste en castellano (Literatura Gris, 1999).

por Luis Navarro

* * *

La recepción del legado de los situacionistas está hoy condicionada a un pro­nunciamiento de las condiciones de especialización del conocimiento que los situa­cionistas denunciaban y querían superar en su proyecto. El resultado es la mayoría de las veces una asimilación parcial de sus propuestas, que se planteaban sin embargo como una perspectiva unitaria y dinámica. Este tipo de recepción se ha visto reforza­do para el lector en castellano por la publicación sucesiva de recopilaciones temáticas que cubrían diversos aspectos del proyecto situacionista (vida cotidiana, arte, urbanis­mo, consejos obreros...). Estas compilaciones, con criterios de selección y de organi­zación del material no siempre adecuados, eran a menudo resultado de aventuras emprendidas por particulares sin otra intención que la de ver extendida la influencia de la más ambiciosa propuesta de transformación del mundo que ha producido nuos­tro siglo, cuando no lo han sido de empresas directamente interesadas en reducir su impacto a un determinado estilo de gesticulación que no logra sin embargo implan­tarse en las portadas de los dominicales. En los treinta años de ocultación transcurti­dos cubrían una función importantísima si tenemos en cuenta la falta de disposición académica y el desinterés del mercado hacia un material capaz de corromper su diná­mica. Nuestra confusa información llegaba a través de ellas y determinaba una recep­ción tensa, envuelta en un aura de misterio y conspiración. Un cierto género de "underground" ha sabido pues sacar "partido" de canales y dispositivos creados para integrar y mantener a raya el movimiento de negación que en los ochenta parecía ple­namente superado, y ha sabido también aguardar su momento. Éste, aún no ha llega­do. Pero su rastro, que no es de carmín, sobrevive a la moda.

Lo que hasta ahora este rastro no nos había permitido reconstruir más que a costa de grandes esfuerzos y de conocimientos que no siempre estaban al alcance del más interesado en actualizarlos era el carácter unitario de un pensamiento y una prác­tica cuyos diversos elementos no eran aislables ni realizables por separado. No es posible comprender las tesis situacionistas sobre la imposibilidad práctica del urba­nismo unitario en el marco de las relaciones capitalistas de producción sin percibir la sombra de la descomposición de las artes separadas; ni asimilar el sentido y el alcan­ce de esta descomposición sin asumir la necesidad práctica de subvertir las condicio­nes de vida existentes; ni llevar esta subversión finalmente a cabo sin comprometer en un proyecto colectivo las capacidades creadoras y organizativas que todas comparti­mos. El carácter profundamente subversivo e irrecuperable de la teoría-praxis situa­cionista reside en esta reintegración de esferas en la vida cotidiana y en el gesto total, pleno de sentido, que no forma parte de ningún discurso especializado.

No confundir este integralismo de las actitudes con el integrismo de las doc­trinas. Hablamos del carácter unitario de su pensamiento e inmediatamente tenemos que hacerlo de su tendencia dinámica, procesual. No se puede deducir un sistema de ideas que esquematice la aplicación actualizadora del bagaje cultural occidental que los situacionistas llevaban a cabo ante cada fenómeno de su tiempo, ni determinar con claridad a partir de los textos una serie de supuestos organizativos que articulasen para siempre la dinámica de nuestros encuentros (la política). Es cierto que los situacionis­tas no aportaron criterios claros de organización y que su reflexiones al respecto se resuelven siempre en la evocación abstracta y exaltada de los consejos obreros como único dispositivo aceptable de deliberación y decisión. Tampoco produjeron ninguna "obra". Pero no debemos apresurarnos a interpretar esto como un rasgo de impotencia o de falta de profundidad en su teoría, sino en todo caso como incompetencia de la teo­ría y de ellos mismos en cuanto que vanguardia revolucionaria para señalar algo más que el marco donde esas nuevas realizaciones podían y debían darse. Lejos de esta­blecer un estilo y, por tanto, lejos de sostener un programa único y permanente, lo que define la actividad situacionista como un todo es una perspectiva de futuro y la voluntad de avanzar siempre en el sentido de una afirmación de las posibilidades vitales y creadoras del individuo colectivamente organizado, superando cualquier tipo de deter­minismo y en primer lugar los determinantes sociales caducos.

Si se examinan con atención las exclusiones, los renuncias y cismas que jalo­nan la trayectoria de la Internacional situacionista y que tanto han dado que hablar en medios afines, veremos que su objetivo no es nunca preservar una supuesta "pureza" ideológica del movimiento, ni la neutralización de elementos perturbadores, sino pre­cisamente impedir que quedase fijado a un código formal o reducido al enunciado de una nueva utopía con la que alimentar el género. Ante cada crisis, la I.S. no reacciona expulsando disidentes, sino que disiente expulsando reaccionarios. No se atrinchera sobre antiguas posiciones, sino que reformula todo su proyecto y su modo de organi­zación. Desde este punto de vista, la práctica de la exclusión en el seno de la I.S. se presenta como un campo de análisis interesante, un ejemplo bastante raro entre las organizaciones de su naturaleza. Concebida a veces como un arma de autodefensa es en realidad un elemento táctico, un desencadenante de situaciones. Es la expresión en el plano organizativo del desvío (détournement), la práctica unitaria que define la acción de la I.S. en todos los órdenes sobre los que intervino, y más genéricamente el modo recurrente e inevitable de actualización de los contenidos históricos a nuevos contextos. Se trata en realidad del modo específico de desvío que los letristas ya lla­maban ultradesvío, es decir, la aplicación del desvío, inicialmente concebido como un procedimiento de intervención en la esfera de la cultura, a la vida social y cotidiana. La propia idea de urbanismo unitario se plantea como un desvío general de todos los recursos ambientales, que desarrollan una dinámica propia, en su permanente interac­ción con la producción de vida cotidiana.

El desvío es el modo de enfrentarse radical y eficazmente a la reificiación, su opuesto en la recepción. Mediante el desvío se da siempre un nuevo sentido a los con­tenidos de la cultura y se revitaliza la experiencia. Hay en él un componente de plagio y otro de subversión íntimamente trabados. La mera práctica del plagio, por muy cons­cientemente que se ejerza como respuesta a las dinámicas estructurales capitalistas, no aporta nada creativo, consistiendo en una mera repetición degradada de contenidos no mediatizados por la conciencia. La cita, el argumento de autoridad no deja de ser pla­gio por ser explícito. La mera subversión, por muy liberadora que resulte como expe­riencia subjetiva, se resuelve en sí misma y no es capaz de transcender lo viejo, reca­yendo en él inadvertidamente. Plagio y subversión, concebidos unitariamente en un mismo gesto de apropiación por el uso, permiten concebir valores nuevos a partir de los que ya no sirven. Al cuestionar los valores, el desvío los recrea y los mejora -o los pone, al menos, a la altura de las circunstancias-. Al extenderlos, los libera, y al libe­rarlos, los critica. El sentido se reactiva en cada relación y no se impone unívocamente ni se consume en la inercia. El desvío por tanto no se agota en el resultado de su propia práctica inmediata y evidente. Es un medio eficaz de autodefensa en nuestra interacción cotidiana con las diversos medios de condicionamiento, pero su funda­mento último es más profundo, y sus aplicaciones también más amplias: atañe gené­ricamente a nuestra relación con el saber y con el mundo.

Es por este motivo por el que aquí tampoco hay respuestas determinables de antemano: todo se resuelve en última instancia en una determinada actitud frente a las dinámicas de producción de sentido, hoy fuertemente mediatizadas. Nos hallamos frente a un legado táctico.

Si, como hemos comentado al principio, la lectura aislada de los textos situa­cionistas ha contribuido a la asimilación reductiva de sus propuestas, especialmente esa lectura que sigue, en un sentido o en otro, una orientación temática, este aspecto procesual y eternamente orientado de su teoría ha quedado completamente oculto tras tensas afirmaciones de principios y agresivas declaraciones de intenciones que se recortan en su recepción aislada sobre la vulnerabilidad real del movimiento, desde el momento en que éste reclamaba la cultura como ámbito preferente de actividad. La I.S. integra ópticas diversas que enriquecen su legado (y llamo la atención en este volumen acerca de la fecundidad de un pensamiento, el de Asger Jorn, que ha resul­tado oscurecido por los aportes más espectaculares de Debord y por los más accesi­bles de Vaneigem; o acerca de un punto de vista relegado más tarde como el de Constant, no tanto por tomar partido en las discusiones como por revisar un campo de posibilidades frustrado). Su desarrollo efectivo no fue sino un desarrollo posible entre otros. La complejidad de sus planteamientos requiere que situemos cada uno de los documentos en el contexto de los demás y que asistamos con pasión intelectual a sus debates. Sólo en el curso de los mismos, del enfrentamiento de sus "tesis" y "contri­buciones" con los problemas concretos y con las circunstancias sociopolíticas que frustraron muchas de sus expectativas, adquiere sentido su teoría: serie de enunciados efímeros de los que se sirvió una agrupación especialmente brillante de creadores para sobrevivir y enfrentarse a los nuevos, dispositivos de condicionamiento que todavía estaban en fase de formación. Sentido, naturalmente, para nosotros: hoy que estos dis­positivos están plenamente integrados y empiezan a experimentar un cierto desgaste, veremos que podemos aprender mucho no sólo de los fundamentos teóricos de la I. S., sino sobre todo de su experiencia global.

"Lo que nos impide abandonarnos a un sólo vicio es que tenemos varios", decía Debord parodiando a La Rochefoucauld. "No todo es un modelo en esta vida, pero sí que todo es ejemplar", señalaba Walter Benjamin. La presente edición en cas­tellano de los textos completos de la revista francesa Internationale Situationniste se propone recrear la apasionante aventura de la I.S. sin más desvíos de los necesarios. Su articulación en dos volúmenes no obedece a ninguna división temática, ni tampo­co al supuesto de una multiplicidad de etapas que, por otra parte, pueden establecerse en función de la propia historia del movimiento, sino a criterios editoriales que admi­to discutibles. Hemos incluído como apéndice en este volumen el "Informe sobre la construcción de situaciones", documento fundacional leído por Guy Debord en 1957 en la Conferencia de Cosio d'Arroscia donde se definen las líneas generales de un movimiento surgido como "vanguardia artística"; e incluiremos en el siguiente las "Tesis sobre la Internacional Situacionista y su tiempo", balance apasionado después de su disolución e interpretación del nuevo contexto en que otros deberían intervenir. Entre ambos documentos se desarrolla la actividad práctica de la I.S., de la que fue tes­tigo excepcional su boletín central. Es evidente que no se trata aquí de un pensamien­to asentado, sino de una serie de ideas en formación que comportan siempre una prác­tica y toman el pulso a los acontecimientos más inmediatos. Pero el mayor fracaso de La sociedad del espectáculo, como la gran obra literaria que es entre otras cosas, con­siste en haber producido lectores incapaces de mover una coma. El "pensamiento" situacionista es sobre todo un "hacer" (poesía) que no quiere ser leído con más admi­ración o condescendencia que otros, y que no se formula para consumirse en su pro­pia lucidez.



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