Sobre la Huelga de Arte 2000-1
por Yolanda Pérez Herreras
Una de las acepciones que aparece en el diccionario sobre la palabra huelga es la frase que yo he escrito como título a este texto y querido enfatizar añadiendo los signos de interrogación. Ya en estas páginas Clemente Padín, Antonio Orihuela y otros han dejado escrita su opinión sobre esta cuestión, planteando una duda severa sobre la fertilidad de esta propuesta y con cuyas consideraciones coincido.
Luther Blissett, Karen Eliot y Monty Cantsin apoyan un silencio para dar pie a la reflexión, pero la obra en sí misma es el medio para provocar esa reflexión; el intercambio de planteamientos y obra, el modo de estimular el pensamiento; trabajando es como se presentan situaciones que necesitan respuesta. La inactividad no agita el intelecto y una actitud estrictamente teórica que repudia -aunque sea momentáneamente- el resultado de la creatividad no es la adecuada para motivar nuestro desarrollo humano y artístico ni el de nuestros semejantes. La carencia absoluta de expresión supone un vacío, una ausencia que difícilmente puede demostrar nada. Ellos mismos utilizan la palabra moratoria, y esta no tiene otro significado que el de retraso, aplazamiento..., actitudes que no pueden ligarse a la reacción contra un mundo que no creemos satisfactorio. Demorar el instigamiento para que cualquiera de nuestro entorno se replantee el sistema establecido nunca puede ser una acción positiva. Urge estimular la alteración de un ritmo que nos conduce a la alienación que los poderosos pretenden con la formación de un pensamiento único carente de capacidad de análisis. Ante esta urgencia, es una irresponsabilidad renunciar voluntariamente a nuestras posibilidades de crítica. Ya es tarde, hace mucho que es tarde para rectificar nuestras actitudes ante la maltratada naturaleza -esencia y propiedad característica de cada ser- e incitar a la huelga me parece un recurso huérfano de imaginación.
De un modo más personal puedo decir que no concibo estarme quieta durante todo un año. Parar mi mano sería parar mis sentidos... y viceversa. Esa imperiosa necesidad que es la creación, en la que la ilusión que anima a seguir puede ser, simplemente, una carta más en la que te piden una vez más, de modo altruista, tu contribución a alguna de las actividades que otros altruistas realizan, no creo que pueda frenarse así, sin más. Sin querer entrar en la discusión sobre qué es más importante, si el proceso de creación o la comunicación del pensamiento, intentar equilibrar ambas tareas parece lo más acertado y, en cierto modo, aplicar el absolutismo y dedicarse a una sin contar con la otra ocasionaría consecuencias de aislamiento que produciría ese vacío al que me refería al comienzo.
La protesta ha de llevarse a cabo con todos los instrumentos que uno tenga a mano. El dinero que otros utilizan tan mal, aunque lo justifiquen como promoción del arte, y del que nosotros carecemos, por cierto, no va a detenerse en su afán de lucro porque nosotros nos paremos. Llenemos los espacios, todos los espacios, cualquier espacio, también aquellos que nos tienen vedados.
Para acabar, lamento no haber encontrado todavía una alternativa a esta huelga. Si llego a alguna conclusión os mantendré informados.
Publicado en P.O.Box # 33 (1998).
Luther Blissett, Karen Eliot y Monty Cantsin apoyan un silencio para dar pie a la reflexión, pero la obra en sí misma es el medio para provocar esa reflexión; el intercambio de planteamientos y obra, el modo de estimular el pensamiento; trabajando es como se presentan situaciones que necesitan respuesta. La inactividad no agita el intelecto y una actitud estrictamente teórica que repudia -aunque sea momentáneamente- el resultado de la creatividad no es la adecuada para motivar nuestro desarrollo humano y artístico ni el de nuestros semejantes. La carencia absoluta de expresión supone un vacío, una ausencia que difícilmente puede demostrar nada. Ellos mismos utilizan la palabra moratoria, y esta no tiene otro significado que el de retraso, aplazamiento..., actitudes que no pueden ligarse a la reacción contra un mundo que no creemos satisfactorio. Demorar el instigamiento para que cualquiera de nuestro entorno se replantee el sistema establecido nunca puede ser una acción positiva. Urge estimular la alteración de un ritmo que nos conduce a la alienación que los poderosos pretenden con la formación de un pensamiento único carente de capacidad de análisis. Ante esta urgencia, es una irresponsabilidad renunciar voluntariamente a nuestras posibilidades de crítica. Ya es tarde, hace mucho que es tarde para rectificar nuestras actitudes ante la maltratada naturaleza -esencia y propiedad característica de cada ser- e incitar a la huelga me parece un recurso huérfano de imaginación.
De un modo más personal puedo decir que no concibo estarme quieta durante todo un año. Parar mi mano sería parar mis sentidos... y viceversa. Esa imperiosa necesidad que es la creación, en la que la ilusión que anima a seguir puede ser, simplemente, una carta más en la que te piden una vez más, de modo altruista, tu contribución a alguna de las actividades que otros altruistas realizan, no creo que pueda frenarse así, sin más. Sin querer entrar en la discusión sobre qué es más importante, si el proceso de creación o la comunicación del pensamiento, intentar equilibrar ambas tareas parece lo más acertado y, en cierto modo, aplicar el absolutismo y dedicarse a una sin contar con la otra ocasionaría consecuencias de aislamiento que produciría ese vacío al que me refería al comienzo.
La protesta ha de llevarse a cabo con todos los instrumentos que uno tenga a mano. El dinero que otros utilizan tan mal, aunque lo justifiquen como promoción del arte, y del que nosotros carecemos, por cierto, no va a detenerse en su afán de lucro porque nosotros nos paremos. Llenemos los espacios, todos los espacios, cualquier espacio, también aquellos que nos tienen vedados.
Para acabar, lamento no haber encontrado todavía una alternativa a esta huelga. Si llego a alguna conclusión os mantendré informados.
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Publicado en P.O.Box # 33 (1998).
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