por Resistencia Vírica
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Es arriesgado decirlo, pero no es más que un juego peligroso. Cuando todavía no todos han asimilado que en el principio no fue la Palabra, sino el Verbo; y no la Voz, sino el Signo (Derrida), el cual no surge de la reflexión sino de la autorreflexión, propongo ahora revisar aquellas heterodoxias que llevan siglos proclamando: en el principio no fue sino el Número. Antes, mucho antes de empezar a gestar significados, el animal humano no tuvo otra ilusión de Eternidad. Y ese proceso de digitalización contra la muerte, toda esa muerte contenida, podría habernos traído hasta aquí, preocupados básicamente por ser unidades y por ser más. En ese caso el Número habría sido la primera marca del miedo a la muerte, y el hombre, la mujer tampoco, quiero decir aquel animal adánico que sale en todas las ideologías, nunca habría podido sobreponerse al Número. Habríamos accedido, tras un largo periplo y un barroco olvido del esqueleto (¡pero el esqueleto siempre al fondo!), a la esencia numérica de lo sagrado, no al Número sagrado sino al número que sacraliza. Mucho después de alcanzar el infantil consuelo de una imagen, de buscar después en ella una vez más y una vez más aquella delicada descarga de libido, habríamos desarrollado un sistema donde el sentido fuera discreto, cuantificable y distribuido en adecuadas dosis. Saturados de imágenes, cada cual llevaría las suyas en la retina, pero el espíritu sería universal, omnipresente y transustanciable. Tod@s podrían reconocerse en el esqueleto, el esquema es formal y nadie, en realidad, podría verdaderamente identificar el suyo. Todo el mundo estaría de acuerdo en que el número es bueno y haría méritos para participar de él. Por supuesto, ya no se podría seguir llamando el Número, perdería el determinado y probablemente la mayúscula. Puede que mediante un proceso análogo al de degeneración de las Ideas en ideologías derivase en numerario. Pero much@s le seguirían obedeciendo y "l@s otr@s”, anhelando arrebatar el 'fuego de los dioses'. Y, en efecto, el número, tendría propiedades mágicas, se generaría a sí mismo de la nada, animaría la vida, puesto que 0 seria el estado entrópico del ser y la prueba del retorno circular de lo mismo. El número proclamaría la igualdad de todas las unidades, si bien el numerario sería sólo un camino de acceso al Número absoluto. El número sería humilde, no anhelaría sino ser unidad, pero también sería solidario y tolerante. El sentido se daría por contigüidad y por acumulación, la interacción social mediante funciones básicas de adición, multiplicación y división, existiendo la posibilidad de acceder a logaritmos más complejos que, en algún punto de su desarrollo, podrían definir el diseño fractal del mundo y describir las sensaciones que no se tienen. Poco a poco el Número absorbería a la vida, como el ideologema a la acción, y una vez conquistado el espacio de la conciencia que ejerce las funciones más inmediatas de interacción con el contexto, podría definir y no sólo explicar el mundo. La realidad tendría que tener éxito, para ser tenida en cuenta, en la virtualidad del número. Mirándose en un espejo que le ofrece la imagen subvertida de su propio fantasma, la bestia seguiría soñando que el número vence a la muerte, es decir, que le libera de sus funciones biológicas.
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