Traducción de Industrias Mikuerpo publicada en radikales livres # 5: "Acción directa sobre el arte y la cultura" (1997).
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No es una de las paradojas menos trágicas de nuestra época la de imponernos los requerimientos más precisos para la acción inmediata y al mismo tiempo las más ilusorias razones para diferir esta acción.
Es preciso acabar con estos fantasmas. Las proposiciones que siguen no pretenden en absoluto ser originales. Desde hace tiempo sabemos que la originalidad no es nuestro fuerte. Por otra parte sería aquí ridícula tal pretensión. La oscuridad se espesa singularmente con tales distracciones. Jamás estaremos completamente perdidos en la noche negra... Resulta conveniente entonces responder sobre el terreno a una cuestión de vida o muerte.
Es necesario tener, en fin, el coraje de denunciar esta equívoca complacencia que subyace en lo más profundo de nosotros mismos y que, como al enfermo a su mal, nos liga mediante aborrecibles y deliciosos lazos a lo que más ardientemente deseamos destruir. Téngase presente para aclarar esto la terrible lucidez de Lenin denunciando a los mencheviques, que dejaron de exaltar la revolución en la medida exacta del terror que les inspiraba. ¿Quién de nosotros osaría no reconocerse algo en este espejo? Por algo al rebelarnos contra la ideología burguesa y trabajar para su ruina, no dejamos de pertenecerle de alguna manera.
La excusa más frecuentemente utilizada cabe en pocas palabras: la acción revolucionaria auténtica no puede desarrollarse más que en el seno del partido comunista. Según esto, es bien cierto que hemos dado pruebas en el dominio político de una singular torpeza. Adhiriéndonos sin restricción alguna al partido y realizando los trabajos cotidianos que nos son prescritos, la mayor parte de nosotros acusa una inadaptación que les parece a ellos mismos y a los otros irreductible, y que no tarda en aparecer.
Convendría analizar con cuidado las razones de este fracaso. El análisis haría aparecer sin duda ciertos complejos espirituales que bastarían con su sola presencia para explicar la impotencia peculiar que hemos experimentado. Pero lo que aquí importa es invalidar definitivamente las conclusiones que puedan extraerse de esta experiencia desgraciada.
¿Dejaremos de seguir afirmando que, fuera de la actividad propiamente dicha del partido, ninguna actividad revolucionaria puede actualmente desarrollarse con validez?
Si estas actividades existen, debemos hacerlas nuestras.
Es importante aplicarnos cuanto antes a definirlas, y hemos creído que esta tarea tan delicada no se puede llevar a cabo mediante una gestión puramente intelectual, con el objeto de obtener una sumaria teoría general.
El único medio que nosotros juzgamos eficaz se basa enteramente en el examen individual más concreto, más inmediato.
A título de ejemplo, he aquí el resultado de algunas tentativas de este orden.
Primeras Proposiciones
Se suele conceder, en los medios revolucionarios, una gran importancia a la poesía y la literatura proletarias. Esta aceptación es cuando menos prematura. Nosotros no podemos creer en su existencia en una sociedad capitalista que ha conservado hasta el presente el monopolio del conocimiento y la cultura. La poesía y la literatura proletarias, o mejor dicho los productos que tienen lugar anticipativamente, son rutinas de vida de un cierto espíritu obrerista, descripciones de escenas de miseria y revueltas.
Nuestra mayor confianza en medios poéticos como los que encontramos en las obras de Lautréamont y Rimbaud, por ejemplo, y como los que venimos usando desde hace algún tiempo, se justifica por los efectos profundos que hemos podido constatar en personas poco fáciles de seducir. Estas personas han alcanzado una conciencia mucho más eficaz de las necesidades revolucionarias que con aquellas lecturas pequeño-burguesas que suelen conmover, sin más, con la lectura de páginas que describen el trabajo penoso de un botafuego o los peligros y accidentes de la mina. Pongámonos entonces a abrir todas las puertas a la poesía perturbadora que nos esforzamos en sostener en esta hora del fin del mundo.
La Infamia
Causa estupor hacerse una idea de la influencia de las ideas religiosas todavía vigentes en los lechos proletarios, así como en los de aquellos que han tomado una cierta conciencia de las necesidades revolucionarias. El tiempo pasado tras la primera revolución francesa, todo lo que nos liga todavía a ella, el reinado ya largo de la democracia burguesa, los movimientos de libre-pensamiento, la educación obligatoria, no han llegado a destruir a fondo la idolatría y las prácticas devotas. En comarcas como Borinage, por ejemplo, es frecuente ver a los hijos de militantes socialistas o comunistas hacer su primera comunión, y estos mismo militantes no toman sus precauciones para no ser enterrados de acuerdo con los sacramentos. Hay numerosos ejemplos, que van de la burla al horror. Así, ¿qué decir de esta siniestra intervención de la clerigalla reunida para insultar los cadáveres de los mineros en Paturages el 19 de mayo de 1934? Los líderes socialdemócratas, presentes siempre que se trata de traicionar la causa revolucionaria, organizaron los festejos para la primera comunión y distribuyeron en esta ocasión regalos por oportunismo electoral.
Antes de verificar por qué medios se puede llegar a modificar este lamentable estado de cosas, importa constatar cómo las masas populares lo consideran absolutamente normal y no ligado a nada especial. En ciertas aglomeraciones pobres, los padres obreros no vacilan en preferir el colegio confesional al colegio público por que, en primer lugar, se les da más a sus hijos.
Estamos persuadidos de que cuanto se ha hecho contra la religión continúa siendo inoperante y que deben tomarse en consideración nuevos medios de acción.
Los surrealistas, actualmente, son los mejor preparados para llevar a cabo semejante tarea. Para no perder el tiempo, es preciso apuntar a la cabeza: propagar la historia escandalosa de la religiones, hacer la vida imposible a los jóvenes curas, contribuir al descrédito de todos los organismos y sectas del tipo "Armada de la Salud", evangelistas, etc. ridiculizándolos por todos los medios que la imaginación permita. Imaginad qué embriagador sería poder proponer a la mayor parte de la juventud la perturbación bien preparada y sistemática de los santos oficios, bautismos, comuniones, funerales, etc. También se podrían sustituir los calvarios que se instalan en las procesiones por imágenes que inviten al amor o textos que hagan elogios poéticos de la naturaleza circundante, especialmente si es ingrata.
Segundas Proposiciones
Las tareas inmediatas serán el resultado de una creación que sólo los hábitos de espíritu que nos son propios permiten llevar a cabo. Apuntan a afectar a los hombres de una manera que nos parece deseable: confundirles con acontecimientos desconocidos, hacerles escuchar palabras insospechadas, romper los límites de su pensamiento - para que sean capaces de concebir esta evidencia: todo es posible.
Al margen de los medios empleados hasta aquí, que no producen grandes resultados verificables, existirían otros particularmente violentos que forzarían la atención de los más indiferentes. Pero su elaboración debería mantenerse en secreto. Existen otros todavía que no pueden lograrse más que llevándolos a cabo al amparo del anonimato.
El anonimato, en este caso, nos parece un derecho estricto del que hay que hacer uso sin escrúpulos. Es una necesidad ligada al carácter excepcional de los medios empleados y no una manera de ponerse a cubierto.
Además, en función del anonimato, se hace posible encontrar un gran número de medios en los cuales no podrían pensarse en otras circunstancias. El anonimato es un instrumento de trabajo nuevo a disposición de aquellos que piensen en el logro de la revolución mundial como una obligación vital.
Terceras Proposiciones
El contacto con los obreros particularmente abandonados por los militantes del partido comunista - por su pequeño número, por su alejamiento de los grandes centros industriales, en una palabra por el carácter local y específico de sus trabajos - podría llevarse a cabo por aquellos de nosotros a quienes el azar del nacimiento, o cualquier otra ventura, nos sitúan en condiciones favorables. No hace falta discurso, ni organizaciones personales ni manifestaciones (se podría no obstante señalar este terreno a los políticos especializados). La exposición clara de todo lo que tenemos en el corazón y en el espíritu haría que algunos de estos obreros no permitieran ser manipulados y muchas deformaciones inevitables no serían posibles al disminuir la eficacia de tales palabras. Puesto que tenemos relación con algunos de estos trabajadores, ¿no podemos desviar fructuosamente - no toda grosería es para perjudicar - los propósitos que tenemos hacia ellos? Nos es fácil mostrarles que sirven a sus útiles y a sus máquinas más de lo que se sirven de ellos; hacerles tomar conciencia del extrañamiento y el siniestro aspecto del decorado en que se mueven y mueren: talleres, clínicas, fábricas, colonias escolares, campos de deportes, canteras, minas, sindicatos reformistas. La distribución de ciertos collages, de agrupamientos de personas cuya actividad subversiva nos parece una garantía, no carecería de interés: estas figuras de fuego sustituidas por imágenes repugnantes o indiferentes deberían reservar útiles sorpresas.
He aquí pues, como orientación ante situaciones fuertemente diversas, estos cuantos ejemplos. Se podrá ahora hablar a placer de nuestra ingenuidad, de nuestra grosería. Lo que realmente importa es que aquellos que se encuentren en una situación humana comparable a la nuestra retomen esta investigación con mejor fortuna.
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