Por un proyecto político de vida poética
por Grupo Surrealista de Madrid (1995)
A priori, nada indica que ciertas formas de actuación nos sitúen en la verdadera vida. Pero sí habrá que convenir que esas actuaciones se abren precisamente a otra forma de vida no necesariamente sometida a los condicionamientos de la necesidad, sino animada por el impulso del deseo. Es esta forma de vida, a la que sería preciso conceder carácter de movilización poética, la que hoy puede levantar un hermoso puente entre ciertas representaciones mentales de la utopía y su insatisfacción.
La acción poética, por tanto, vendría a resolverse en una práctica vital en la que el mundo es aprehendido, lejos de pasar ante nuestros ojos como una realidad virtual. Se conseguiría de esta forma dar un salto decisivo en la posible transformación del mundo, en la medida en que, si la acción poética lo reinterpreta en todas sus dimensiones posibles, sean éstas políticas, morales, psicológicas y sociales, sobre todo avanza esa posibilidad de transmutarlo.
En 1933 los surrealistas de París iniciaban una "búsqueda experimental acerca de ciertas posibilidades de embellecimiento de una ciudad". Edificios, plazas, monumentos, estatuas eran sometidos a una transformación poética que aliviara a "las ciudades de lo mucho que han sufrido a causa del horror al vacío".
En las observaciones a las transformaciones operadas durante su juego experimental se presagiaba el destino nuevo de todos esos elementos que habitarán las ciudades: "objetos corrientes irán a eternizar en las plazas y en las calles el horrible recuerdo de un tiempo en el que el hombre luchaba con desesperación para satisfacer sus necesidades más elementales".
Por no haber satisfecho aún su destino, el alcance de aquella propuesta cobra vigencia plena: su formulación irónica puede y debe hoy llevarse a cabo, y satisfacer así aquella experiencia mental con su aplicación práctica.
El impulso que nos anima a intervenir en la vida cotidiana (por ejemplo, la acción de plasmar sobre las paredes de algunas calles de Madrid constelaciones imaginarias; la transformación de ciertas estatuas elegidas deliberadamente; la procesión de fantasmas entrando o saliendo de un edificio en estado ruinoso, cuya única huella visible son sus zapatos adheridos al suelo) quiere cumplir y ampliar, con sus propios medios, el presupuesto abierto con la experiencia anteriormente referida, y también completar el doble objetivo que estimula la puesta en marcha de tales acciones.
Por una parte, desacreditar el monolitismo de la realidad manifiesta (tal y como nos es dado soportarla), al introducir un elemento perturbador como vehículo que altere, a raiz del impacto visual, las relaciones de percepción típicas y provocar, a partir del campo de desconcierto visual creado, otro campo de desconcierto mental que pueda desencadenar una experiencia emocional de las más elevadas. Se trata, pues, de provocar un punto de fuga en el espíritu del paseante y abrirle así una posibilidad de superación de todo su aparato afectivo.
No dudamos, al respecto, que la sistematización de acciones de este tipo supondría una seria amenaza al dominio que ejerce el principio de realidad sobre el principio de placer, causando una severa grieta en el edificio que lo sostiene y por la que el segundo insuflaría un aire nuevo a la liberación de lo sensible.
Pero si este primer objetivo define una voluntad de modificar los hábitos mentales de penetración de la realidad sensible, también ambiciona superar un sentido de belleza en el que subyace una evidente nostalgia del pasado, "nostalgia reaccionaria ya que se representa como el anhelo de la buena, la bella y la antigua época" (E. Bloch).
En efecto, la gran mayoría de los elementos hoy destinados al "embellecimiento" de las ciudades (pero que sólo cumplen una función decorativa), acaban por convertirse en el arquetipo de un conservadurismo global cuyas nocivas ondas son proyectadas sobre los ciudadanos: es una forma de belleza que termina por erigirse en una categoría-modelo en la que es encerrada la vida sensible, una categoría-modelo que termina por llevar a ésta a un estado de sedimentación, o peor aún, de fosilización (con ausencia total del carácter bizarro, peculiar, maravilloso inherente a las piedras fósiles). Es una categoría-modelo investida de una condición divinizada, y por ello mismo, paralizante: cuanto más alejada esté la gran belleza de ser incorporada en la vida cotidiana, más eficaz será la parcelación de las emociones, menos posibilidad habrá de activar los mecanismos de transformación, sedados por el falso hechizo de aquella suerte de trampa subliminal. Por ejemplo, "las estatuas, casi siempre de individuos irrisorios o nefastos, están sobre pedestales, lo que les quita toda posibilidad de intervenir en los asuntos humanos y a la inversa. Se pudren de pie". Es, en fin, la indiferencia emocional lo que reproduce esa categoría-modelo, la indiferencia que desde afuera impregna su ponzoña en los sentidos, desdén causado por la repetición diaria del mismo panorama pasando ante nuestros ojos, mecánica horrible que acaba por alejar a hombres y mujeres de sus sueños, de su curiosidad insatisfecha, de su avidez íntima por el relámpago nunca visto.
Las actuales condiciones de vida hacen que acciones como las que presentamos se lleven a cabo de forma grupal, es decir, por unos cuantos individuos y no por la mayoría, como sería deseable, pues su mismo origen profundo las dota de un sentido de participación general colectiva, sentido siempre ampliable y modificable por su misma naturaleza. Al nacer de un impulso de la imaginación creadora, estas acciones son también una reivindicación y una apelación a una forma de diversión inventada y libre que se opone, por su propio peso específico, a toda forma de deleite alienado/alienante. Forma de diversión que, hay que decirlo, encubre también una gran audacia: contagiar el ánimo de aquellos que no permiten sobre sí el horrible lastre del sopor cotidiano.
Por otra parte, no estamos dispuestos a permitir la confusión interesada ni el oscurantismo despreciable por parte de aquellos que quieran superar la condición de festival emocional de estos actos poéticos de carácter agitador y subversivo (al menos en su dimensión vocacional) de una acción política nueva. Al contrario, somos nosotros los que queremos confundir tales actos, de tal manera que desalienten a unos de ver en ellos un mero juego estético rápidamente asimilable y reducible, y a otros de considerarlos la consecuencia de un comportamiento vandálico punible o censurable. Este Gran Juego está destinado a la exaltación y catarsis de la vida emocional, sea ésta individual o colectiva, Juego que sólo a los ciudadanos corresponde decidir sobre la forma de llevar a cabo, con entera libertad.
De esta forma, con la soberbia confesada que ello supone, ponemos la primera piedra en el desencadenamiento de un futuro más esplendoroso de las celebraciones colectivas: las fiestas nuevas, las fiestas futuras, habrán saltado de los calendarios laborales y se producirán espontáneamente bajo el impulso libre de la intervención ciudadana. Cada día nuevo será una fecha en rojo que muestre en estaciones de tren, estaciones de metro, plazas y calles la evidencia maravillosa de un deseo imperante, de un sueño audaz.
Editorial del # 7 de la revista Salamandra (1995). Extractos publicados en radikales livres # 5: "Acción directa sobre el arte y la cultura" (1996).
La acción poética, por tanto, vendría a resolverse en una práctica vital en la que el mundo es aprehendido, lejos de pasar ante nuestros ojos como una realidad virtual. Se conseguiría de esta forma dar un salto decisivo en la posible transformación del mundo, en la medida en que, si la acción poética lo reinterpreta en todas sus dimensiones posibles, sean éstas políticas, morales, psicológicas y sociales, sobre todo avanza esa posibilidad de transmutarlo.
En 1933 los surrealistas de París iniciaban una "búsqueda experimental acerca de ciertas posibilidades de embellecimiento de una ciudad". Edificios, plazas, monumentos, estatuas eran sometidos a una transformación poética que aliviara a "las ciudades de lo mucho que han sufrido a causa del horror al vacío".
En las observaciones a las transformaciones operadas durante su juego experimental se presagiaba el destino nuevo de todos esos elementos que habitarán las ciudades: "objetos corrientes irán a eternizar en las plazas y en las calles el horrible recuerdo de un tiempo en el que el hombre luchaba con desesperación para satisfacer sus necesidades más elementales".
Por no haber satisfecho aún su destino, el alcance de aquella propuesta cobra vigencia plena: su formulación irónica puede y debe hoy llevarse a cabo, y satisfacer así aquella experiencia mental con su aplicación práctica.
El impulso que nos anima a intervenir en la vida cotidiana (por ejemplo, la acción de plasmar sobre las paredes de algunas calles de Madrid constelaciones imaginarias; la transformación de ciertas estatuas elegidas deliberadamente; la procesión de fantasmas entrando o saliendo de un edificio en estado ruinoso, cuya única huella visible son sus zapatos adheridos al suelo) quiere cumplir y ampliar, con sus propios medios, el presupuesto abierto con la experiencia anteriormente referida, y también completar el doble objetivo que estimula la puesta en marcha de tales acciones.
Por una parte, desacreditar el monolitismo de la realidad manifiesta (tal y como nos es dado soportarla), al introducir un elemento perturbador como vehículo que altere, a raiz del impacto visual, las relaciones de percepción típicas y provocar, a partir del campo de desconcierto visual creado, otro campo de desconcierto mental que pueda desencadenar una experiencia emocional de las más elevadas. Se trata, pues, de provocar un punto de fuga en el espíritu del paseante y abrirle así una posibilidad de superación de todo su aparato afectivo.
No dudamos, al respecto, que la sistematización de acciones de este tipo supondría una seria amenaza al dominio que ejerce el principio de realidad sobre el principio de placer, causando una severa grieta en el edificio que lo sostiene y por la que el segundo insuflaría un aire nuevo a la liberación de lo sensible.
Pero si este primer objetivo define una voluntad de modificar los hábitos mentales de penetración de la realidad sensible, también ambiciona superar un sentido de belleza en el que subyace una evidente nostalgia del pasado, "nostalgia reaccionaria ya que se representa como el anhelo de la buena, la bella y la antigua época" (E. Bloch).
En efecto, la gran mayoría de los elementos hoy destinados al "embellecimiento" de las ciudades (pero que sólo cumplen una función decorativa), acaban por convertirse en el arquetipo de un conservadurismo global cuyas nocivas ondas son proyectadas sobre los ciudadanos: es una forma de belleza que termina por erigirse en una categoría-modelo en la que es encerrada la vida sensible, una categoría-modelo que termina por llevar a ésta a un estado de sedimentación, o peor aún, de fosilización (con ausencia total del carácter bizarro, peculiar, maravilloso inherente a las piedras fósiles). Es una categoría-modelo investida de una condición divinizada, y por ello mismo, paralizante: cuanto más alejada esté la gran belleza de ser incorporada en la vida cotidiana, más eficaz será la parcelación de las emociones, menos posibilidad habrá de activar los mecanismos de transformación, sedados por el falso hechizo de aquella suerte de trampa subliminal. Por ejemplo, "las estatuas, casi siempre de individuos irrisorios o nefastos, están sobre pedestales, lo que les quita toda posibilidad de intervenir en los asuntos humanos y a la inversa. Se pudren de pie". Es, en fin, la indiferencia emocional lo que reproduce esa categoría-modelo, la indiferencia que desde afuera impregna su ponzoña en los sentidos, desdén causado por la repetición diaria del mismo panorama pasando ante nuestros ojos, mecánica horrible que acaba por alejar a hombres y mujeres de sus sueños, de su curiosidad insatisfecha, de su avidez íntima por el relámpago nunca visto.
Las actuales condiciones de vida hacen que acciones como las que presentamos se lleven a cabo de forma grupal, es decir, por unos cuantos individuos y no por la mayoría, como sería deseable, pues su mismo origen profundo las dota de un sentido de participación general colectiva, sentido siempre ampliable y modificable por su misma naturaleza. Al nacer de un impulso de la imaginación creadora, estas acciones son también una reivindicación y una apelación a una forma de diversión inventada y libre que se opone, por su propio peso específico, a toda forma de deleite alienado/alienante. Forma de diversión que, hay que decirlo, encubre también una gran audacia: contagiar el ánimo de aquellos que no permiten sobre sí el horrible lastre del sopor cotidiano.
Por otra parte, no estamos dispuestos a permitir la confusión interesada ni el oscurantismo despreciable por parte de aquellos que quieran superar la condición de festival emocional de estos actos poéticos de carácter agitador y subversivo (al menos en su dimensión vocacional) de una acción política nueva. Al contrario, somos nosotros los que queremos confundir tales actos, de tal manera que desalienten a unos de ver en ellos un mero juego estético rápidamente asimilable y reducible, y a otros de considerarlos la consecuencia de un comportamiento vandálico punible o censurable. Este Gran Juego está destinado a la exaltación y catarsis de la vida emocional, sea ésta individual o colectiva, Juego que sólo a los ciudadanos corresponde decidir sobre la forma de llevar a cabo, con entera libertad.
De esta forma, con la soberbia confesada que ello supone, ponemos la primera piedra en el desencadenamiento de un futuro más esplendoroso de las celebraciones colectivas: las fiestas nuevas, las fiestas futuras, habrán saltado de los calendarios laborales y se producirán espontáneamente bajo el impulso libre de la intervención ciudadana. Cada día nuevo será una fecha en rojo que muestre en estaciones de tren, estaciones de metro, plazas y calles la evidencia maravillosa de un deseo imperante, de un sueño audaz.
Editorial del # 7 de la revista Salamandra (1995). Extractos publicados en radikales livres # 5: "Acción directa sobre el arte y la cultura" (1996).
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